1 ene 2016

Predestinado

La vida de Jorge Malaespina fue siempre insulsa y anodina, hasta tal punto que se puede decir que no suscitó interés en ninguna persona del entorno. Más de una vez se preguntó por qué había recibido tal castigo, por qué se le habían negado los placeres mundanos que sus coetáneos parecían disfrutar, por qué los días de su vida eran tan parecidos a sus noches, por qué... Creyó encontrar la respuesta el día que su madre, ya mayor y en el lecho de la muerte, le confesó.
-Hijo, tú naciste de nalgas, ni desde el primer momento fuiste normal.
Tamaña confesión no sumió a nuestro hombre en la desesperación, ni sirvió para que se rindiera. Sabedor de que el destino se había injustamente torcido con él desde el primer minuto de su vida, decidió tomar cumplida venganza y militar con fervor en el hedonismo, traspasando todas las fronteras autoimpuestas hasta el momento y llegando literalmente a reventar de tanto placer. La culpa la tuvo el medio quintal de helados de vainilla, coco y chocolate que se trajinó en las últimas tres semanas de su vida.
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