Un
día apareció en la escuela con una botella de coca cola de 2
litros, llena de anillas de latas de refresco.
-Es
que el aluminio se paga muy caro -explicó un poco crecido-,
especialmente el de las anillas que son de una aleación especial.
Sus
compañeros se quedaron boquiabiertos, mirando a Nolito y a su
botella, convencidos de que estaban ante un millonario en ciernes. Y
lo corroboró él mismo.
-Te
dan 150 € por lo menos en la chatarrería de Antuan.
-Pues
yo he visto a mi hermana mayor hacer con anillas pulseras, llaveros,
collares, cinturones, pendientes... -comentó Rosita-. También saca
mucho dinero.
-Y
mi madre hace bolsos, carteras, vestidos y hasta lámparas -presumió
Berto que también añadió-. Y saca mucha tela.
-Siempre
menos que yo -afirmó rotundo Nolito, dando por cerrada la discusión.
El
maestro se quedó hecho un mar de dudas. Se preguntaba si merecía la
pena decir la verdad a Nolito o que siguiera con sus ensoñaciones.
Lo dejó para el día siguiente. Y...
-Antuan,
el chatarrero, no tenía dinero para pagarme -les dijo a todos.
El
maestro dio un giro a la conversación, proyectando una imagen en la
pizarra.
-¿Sabéis
para qué sirven las anillas de las latas?
-Para
abrir -contestaron unos cuantos.
-Y
para beber con una pajita -les explicó-. Para eso se diseñó. Se
gira 180º después de abrir y se introduce la pajita por el agujero.
Así queda sujeta y no chupamos con los labios la porquería que hay
en el envase.
-¡Ah!
-exclamaron casi todos.
Nolito,
no hacía caso, él seguía enfadado con las anillas, con el maestro
y con Antuan, que apenas le había ofrecido 0'40€/kg por su tesoro.
-Es
puto aluminio, chaval -le había dicho.
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