El buen
hombre, feliz por haber sido padre de una niña sana y llorona,
acudió al juzgado a inscribirla, como mandaban las leyes y las
costumbres del lugar.
-Jessie,
quiero que se llame Jessie -dijo con una sonrisa que le llegaba de
una oreja a la otra.
-No va a
poder ser -le replicó el funcionario-, no está recogido en la
onomástica oficial. Tendrá que inscribirla con otro nombre -le
indicó.
-Pero si
es un personaje de una serie de televisión que vemos en casa todos
los días -se defendió el padre.
-No,
tendrá que ponerle un nombre admitido en el noménclator oficial, no
hay más que hablar.
-¿Cuál
es el nombre que más se parece?
-Jaimita
-le contestó el leguleyo con desgana.
-Pues
póngale Jaimita -propuso el padre- que será Jessie toda la vida.
Aquel
hombre fue un mal profeta.
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