El maestro dejó escrito un texto a
sus alumnos y les propuso que investigaran el tema e hicieran algún
comentario para la clase del día siguiente. Era breve y decía así:
El tremendo empeño que ponen los
humanos en alcanzar las altas cotas de la perfección me recuerdan a
los esfuerzos vanos de Sisifo por llevar una piedra a la cima de una
montaña empinada. Cuantas veces llegaba, ésta volvía a caer
pendiente abajo, obligando al griego a persistir en el empeño una y
otra vez.
La mayoría del alumnado abundó en el
tema con comentarios extraídos de la red, sobre la mitología
griega, la vida del personaje, su lado oscuro como bandido, sus
enfrentamientos con los dioses, su insoportable castigo, etcétera.
Pero hubo una aportación que satisfizo mucho al docente, fue la de
Calixto Sutil que vino a decir más o menos lo siguiente:
Sísifo era un hombre afortunado,
pues no recibió un castigo, más bien todo lo contrario. A
diferencia de sus contemporáneos que vivían en la confusión
existencial, él tuvo siempre una razón para vivir, un propósito
que cumplir en la vida. Por eso, todos los días se levantaba animoso
y reanudaba su titánico esfuerzo con una ilusión que ya quisiera yo
para mí.
La clase del día siguiente fue muy
jugosa, según aseguró el docente.
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