Erase
una vez una aldea perdida en los Alpes italianos, allá en la faldas
del majestuoso Monte Cervino, donde vivían dos familias
históricamente enfrentadas que, en un momento dado y por razones de
pura subsistencia, no tuvieron otro remedio que arreglarse entre
ellas. El estallido de la guerra hizo que la supervivencia fuera el
primer objetivo y eso hizo se vieran abocadas a compartir penas y
esperanzas en un refugio subterráneo que tuvieron que construir con
sus propias manos.
Las miradas esquivas y el diálogo escaso de los
mayores fueron poco a poco siendo sustituidos por la limpia mirada y
frescura de los pequeños que pronto se hicieron amigos sin
prejuicios ni convencionalidades. Al acabar el conflicto bélico ya
nada fue igual. Los mayores evitaban el trato directo, pero los
jóvenes se buscaban mutuamente. Y todo acabó el día en que un buen
mozo y una florida damisela anunciaron matrimonio, ya que obligaron a
las familias a desterrar prejuicios y romperlos para siempre.-Por una vez la guerra ha traído algo bueno -dijo una de las abuelas que asistió a la boda.
_____ o _____