13 mar 2015

Sin arnés de seguridad

Encargaron a una empresa seria el derribo de unos pinos, crecidos entre el instituto y la carretera, que amenazaban peligrosamente a los tejados y a los vehículos. Aparecieron dos operarios, uno orondo y grandote y el otro menudo y ágil. Éste ascendía por los árboles como si fuera una ardilla y amarraba las copas con un largo cordel. El otro extremo se lo enrollaba en la cintura el operario forzudo que tiraba con entusiasmo mientras el otro pasaba la motosierra a mitad del tronco. El resultado era que el árbol caía siempre en el lugar que los dos hombres elegían. Así, en un santiamén y con eficacia, hicieron desaparecer una docena de árboles que cargaron en un camión.

Mi amigo Jesús Mari siguió todo el operativo con la boca abierta, admirando la pericia del uno y del otro y el modo en el que ambos aprovechaban sus posibilidades. A su lado el director del Instituto de Buenas Prácticas Laborales del Gobierno temblaba.
-Si nos pilla la Inspección de Seguridad Laboral, nos hunde -protestaba-. No me vuelvas a organizar una de éstas.
-Anda, peca de una vez a gusto -le contestaba con sorna mi amigo Jesús Mari.
-Claro, eso me lo dices ahora que han acabado -sentenciaba el aliviado director.
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