27 mar 2015

De armas tomar

Hubo disturbios en la ciudad. Una multitud de jóvenes airados se enfrentó a la policía que no dudó en atizar de lo lindo a todo el que no se alejara del lugar. A consecuencia de ello murió una joven. La consternación fue general y el duelo inmenso. Al año, sin cerrar aún las heridas, se abrió el juicio para delimitar responsabilidades y buscar culpables. Comparecieron varios policías como inculpados. Una testigo que presenció los hechos desde su ventana, una anciana de manos rugosas y carácter recio, relató lo sucedido ante sus ojos y mostró los métodos poco ortodoxos de los agentes de seguridad.
-Pero usted es vecina del agente nº 91 que resultó herido en el enfrentamiento -señaló el fiscal del juicio.
-Sí, ¿le ha contado por qué resultó herido en la cabeza? -preguntó la anciana.
-Las preguntas las hago yo -le advirtió el funcionario judicial que añadió-. Fue herido por un manifestante.
La anciana sonrió conprensivamente al agente que se encontraba entre los acusados con serias posibilidades de quedar imputado.
-Algo haría -dejó caer la anciana que, con toda la parsimonia del mundo y con ayuda de un funcionario, abandonó el estrado y se retiró sin más. Mientras, el policía aludido, temeroso de recibir una fuerte pena por la brutalidad empleada el día de los hechos, no podía olvidar el momento en el que se cruzó con la anciana en la escalera aquella noche y el tremendo bastonazo que inesperadamente recibió en la cabeza.
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