Leyó
atentamente la receta, revisó los ingredientes ordenados en el
fogón, comprobando que no faltara ninguno, y procedió a
manipularlos en el orden y concierto que indicaba el texto. Tras un
proceso lleno de pautas y complicidades con los fuegos, las especias
y los secretos a voces de uno de los más afamados chefs del panorama
televisivo, dio por concluido el trabajo. Satisfecho emplató su
cocinamiento y lo presentó en la mesa con sonrisa oronda y
satisfacción manifiesta de los invitados que no cesaron de elogiar
la preparación mientras la degustaron.Y
en el momento final se desató el drama, justo cuando alguien
descubrió al gato de la casa agónico en la cocina. Las sombras de
una tragedia bombardearon las mentes de los comensales y se desató
el frenesí por hacerse un lavado de estómago veloz, con estampida
incluida hacia las Urgencias del cercano hospital. Una persona
permaneció inmóvil en aquel caos, el cocinero, anonadado por la
tragedia y superado por los acontecimientos, mientras el gato
superaba con dificultad un coma etílico causado por el vaso de
whiskey que se había despachado en el día que se le olvidó al
novel cocinero añadirlo a su cocinamiento estrella, nada menos que
Melón
trufado de hongos a la calabresa.
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