9 ene 2015

Pobres cátaros

Un amigo inquieto me contó una historia de las de no dormir. Es aficionado a curiosear en la red y de vez en cuando nos acerca a escenarios inquietantes. Ayer nos habló del papa Inocencio III, un pontífice que por defender a Dios se cebó con los humanos. Este intrigante personaje, bajo el título de
"Vicario de Cristo", hizo mil maniobras con las monarquías europeas del momento y consiguió organizar varias cruzadas de soldados feroces que, henchidos de amor guerrero y fanatismo religioso, aniquilaron a los enemigos de la iglesia. Por citar, la IV Cruzada a Tierra Santa en 1202 y la Cruzada contra los albigenses o cátaros entre 1209 y 1244. De ésta última mi amigo nos ha hablado con noticias terribles. Decía Inocencio III que los herejes eran los peores enemigos de la iglesia, pues vivían escondidos entre los buenos fieles. Para eliminarlos, ordenó masacrar a cualquiera que infundiera sospechas, ya fuera a sangre o fuego. A quien le preguntaban cómo distinguir a los herejes de los buenos cristianos de la Occitania francesa el iluminado de Inocencio III les dio la solución.
-Matadlos a todos. Dios reconocerá a los suyos.
Así pasaron a la otra vida más de un millón de almas del mediodía francés.
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