-María,
nuestro hijo nos ha salido vago.
La
madre guardó silencio, como siempre, dando por cierto lo dicho. Era
muy duro para ella tener bajo su techo a un hijo de 41 años que
añadía amargor a su vejez. Allá estaba en el sillón, medio
dormitando, frente al televisor.
-¿Qué será de él cuando faltemos? -preguntó la mujer finalmente.
-¿Qué será de él cuando faltemos? -preguntó la mujer finalmente.
-No
lo sé -afirmó el padre-. Pero seguro que ya no me hará sufrir.
La
pobre mujer se perdió en la cocina moviendo con estruendo la olla
para apagar en llanto el dolor que le rompía el alma. Como todos los
días.
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