Hay puertas y puertas
Gira
el postigo de la puerta y la hoja se cierra a cal y canto al anochecer.
No hay forma de traspasar el umbral. Al amanecer giran
los goznes y otra de vez de nuevo el tránsito se establece. Parece una acción banal, de las que se repiten a diario en todas las
latitudes, en todos los hogares, en todos los espacios donde el
ser humano. Pero no. Es el rito diario del penal, donde los
presidiarios entran y salen del recinto carcelario a ritmo militar, con
paso férreo, con recuento exhaustivo y vigilancia extrema. Si algún
día faltara alguno, lo saben de sobra, se desataría el infierno con represalias y escarmientos que pondrían la piel de gallina a cualquier
oyente, si es que pudieran ser contadas.
Y es que no hay
peor cosa que ser un penado en Ushuaia, la cárcel del fin del mundo.
Lo dice el preso 487-A
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