20 ago 2014

Paradoja liberal

Un conocido e influyente político argumentaba ante sus correligionarios que una medida para saber el acierto de sus decisiones era ver la reacción entre sus rivales y aún entre la población.
-Ladran, luego cabalgamos -era el colofón a su argumento.
Era tal la convicción de estar poseído de la verdad que para él era una sorpresa periódica ver la escasa valoración que recibía en la encuestas de opinión. Así que, para evitar tamaña contradicción, las prohibió.
Y por un breve período de tiempo, no más, la historia se estuvo escribiendo únicamente con sus palabras.
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