18 ago 2014

El friki


Al cabo de varios días de pensárselo mucho, él decidió confesar su amor a ella, dándole la única opción de decir que sí. La mujer, enfrentada a tal disyuntiva y muy en sus cabales, pidió un tiempo que el fogoso amante no pudo soportar. Los días le parecían un potro de torturas, las noches una hoguera en llamas, así que, trastornado por un mal de amores, quiso dar una muestra de pasión irrechazable y apareció en un programa de televisión para confesar su amor urbi et orbe.
Aquel arranque de sinceridad mediática surtió un efecto inmediato: perdió amigos, perdió el trabajo, perdió a su amante y perdió definitivamente el juicio. Hoy es un mendigo en una de las avenidas de la ciudad. Su pretendida, una anónima bienhechora, sin más.
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