9 jun 2014

Dedos

Los dos viejos amigos estaban sentados de nuevo bajo el árbol de las confidencias.
-He llegado a viejo sin saber todavía el nombre de los dedos de la mano -dijo de pronto el tío Machuca con una cierta frustración -. No he conseguido nunca aprender sus nombres.
-¿Lo has necesitado alguna vez? -preguntaba el abuelo Simón, con ánimo de quitar importancia a aquel repentino ataque depresivo de su amigo.
-Sí, una vez me sentí muy mal -confesó.
-¿Por qué?
-En el control de pasaportes de un aeropuerto argentino me pidieron que colocara el dedo índice en un aparato y tuve que preguntar al funcionario cuál de los cinco dedos de mi mano era el índice... No veas qué humillación.
-¡Je, je! -se reía el abuelo Simón-. Haberle enseñado el dedo corazón.
-Y ¿cuál es ése?
El abuelo Simón, riéndose ya a carcajadas, elevó su mano hacia él con el dedo corazón extendido y encogidos el pulgar, índice, anular y meñique.
-Tú sí que no cambias -acertó a quejarse el bueno del tío Machuca.
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