19 may 2014

El gatillo misericordioso

Casimiro Andrada miró fijamente al fusil que lo apuntaba. Sabía que disponía de unos segundos de vida antes de caer bajo las balas del pelotón de fusilamiento. Su pecado era estar situado en el bando enemigo. En un juicio apresurado e injusto, un jurado investido de autoridad dudosa, lo mandó al paredón. Pero, en aquel instante decisivo, el concentró su mirada en uno de los verdugos.
-¡Ignacio! -exclamó- abriendo los ojos desmesuramente al reconocer a un camarada del partido.
De nada valió la apelación, porque las balas desgarraron su pecho, tal como estaba previsto. El capitán que comandaba el pelotón, por contra, esbozó una sonrisa de satisfacción. En todos los fusilamientos siempre faltaba una bala que no impactaba en la víctima y que se perdía en el aire. Por fin sabía quién era el felón.
Fue una ejecución sumaria, de las que aumentan eficazmente la fidelidad perruna de los soldados que pululan por el este mundo desquiciado. 
_____ o _____


No hay comentarios:

Publicar un comentario