Finalmente, un guarda de seguridad, alertado por los clientes, lo llevó a recepción, donde de nuevo le dieron alguna explicación y le dejaron con la nota en la mano. Aún sigue deambulando por los pasillos y dependencias.
Algunos clientes dicen que es un espíritu errante y se apartan cuando lo ven. Otros lo toman por un estrafalario que vive ensimismado en sus cosas en una pose buscada. Los más lo tratan con respeto y temor, sin dejar de sospechar que es el alma de un cliente fallecido que vaga por las estancias del hotel. El gerente, mientras tanto y siempre que pague, cree que añade atractivo a su negocio y alienta su impostura.
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