28 mar 2014

Fustraciones repartidas

-La caja de fósforos de la época de mis abuelos decía contener 100 cerillas -comentaba el abuelo Simón en una de sus innumerables disquisiciones sobre el funcionamiento del mundo-. La de la época de mis padres juraba que constaba de aproximadamente 100 fósforos.
-Pues yo manejo un encendedor y mi hija no sabe casi qué es una cerilla, menos un fósforo y ni se imagina qué eran los mixtos -le replicaba su inseparable amigo Machuca.
-Claro, ahora se hace la comida en hornos y vitrocerámicas -argumentaba el primero.
-O en microondas -contestaba el segundo.
-Ni eso a veces, que comen cosas de encargo que les traen los telepichas.
-Se dice telepizzas, con zz no con ch.
-¡Joder! Tienes que tener decir tú siempre la última palabra -se quejó ásperamente el abuelo Simón.
Calló Machuca y miró hacia el cielo azul que cubría sus cabezas y descargaba su fuerza sobre el ramaje del árbol bajo el que estaban descansando. Una sonrisa se le escapó por la comisura de los labios. No había cosa más fácil y divertida que provocar la ira de su amigo. Le sonaba a partitura conocida. Era lo que le ocurría a él en su casa, con su mujer.
-Por lo menos hoy no pierdo por goleada -se dijo a sí mismo en voz baja.
_____ o _____

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