Autochequeo matutino
El viejo Machuca, todos los días al levantarse, cumplía varias rutinas, como si de un ceremonial se tratara. Escuchar el parte meteorológico, asearse y desayunar repitiendo con mecánica exactitud todos los movimientos, vestirse los calcetines antes que los pantalones... y asomarse a la ventana que daba a la calle.
Si el día era despejado, miraba la cumbre del monte Gorbea que se divisaba al frente, escrutaba la cima y trataba de localizar la cruz de 15 metros que coronaba la montaña. Si la identificaba, se retiraba satisfecho de su buena vista y, por extensión, de su buena salud. Recordaba que su abuelo, mientras él era un niño, todos los días le hacía mirar la cruz y que con el paso de los años perdió la vista y dejó de cumplir el ritual.
-Yo estoy joven todavía -se decía así mismo-. Mi entierro está lejos.
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