Lo hacen con desinterés, convencidos de que por allí no se mueve ningún malvado. Cuando llega mi turno insinúo que el arco detector debe estar estropeado o muy sensible.
-Susceptible -me corrige el empleado.
Mientras tanto la otra empleada se aproxima rauda a una señora que viaja en silla de ruedas y la cuela por un atajo sin ningún control de seguridad, salvo el preceptivo y protocolario paso del bolso de mano por la cinta de rigor.
-Nos libramos de un concierto, señor -me dice quien me cachea.
Y compartiendo bostezos nos despedimos los dos.
-Buen día.
-Buen día, señor.
NOTA: Este relato se incluye en Viaje austral de Juan Badaya de próxima publicación.
_____ o _____
No hay comentarios:
Publicar un comentario