-Feliz Navidad -dice uno de ellos levantando en su mano un tetrabrick de vino vulgar, mientras invita a su compañero a hacer lo propio.
-Eso, puta navidad -le contesta su compañero con una botella de licor de melocotón que acaba de rescatar medio llena de una papelera.
-La vida es bella -le intenta explicar el primero.
-Sí, es bella -le replica el otro sin ningún ánimo de llevar la contraria a nadie.
-Y mañana volverá a salir el sol en nuestro honor -le anuncia el hombre de hondas convicciones positivas.
-Y que tú lo digas y se cumpla -contesta incrédulo su colega.
-La vida es lo que hay entre el cielo y la tierra -insiste el amigo inseparable del tetrabrick de vino vulgar. Y aclara, con un sorprendente toque de realismo-. Pero ni tú ni yo tenemos tierra y menos cielo
-¡Joder! Los ricos tienen tierra y cielo -protesta el de, como se dice ahora, de visión negativa de las cosas.
-Lo mejor es beber para olvidar -filosofa el que, como se dice ahora, es de pensamiento positivo, el optimista.
-En eso te doy la razón.
Y los dos beben para olvidar. Duermen y al día siguiente luchan de nuevo con la tozuda realidad que les despierta con alma de pobres y cara de marginados.
-Feliz Navidad -dice el primero al amanecer, impávido.
-Que te den -replica el segundo frotándose los ojos con naturalidad y humor de pobre. Y añade-. Puta Navidad, compadre.
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