Pero
en su interior anidaba un temor que le comía las entrañas. Quería
una muerte voluntaria, controlada y decidida por él mismo porque
presentía que iba a morir de manera ominosa, algo que le quebraba el
ánimo y le oprimía el corazón. Así que, para que su vida no
tuviera un mal final, ni dependiera del azar, tomó la decisión de
suicidarse. Sopesó las diferentes maneras de hacerlo y hasta el
calendario, porque no era cuestión de adelantarse al destino.
Cuando
ya tenía decidido el momento y la forma, dispuso las cosas a su
conveniencia y procedió a culminar su suerte, con tan mala fortuna
que 5 minutos antes de consumarla le llegó la noticia de que había
sido nombrado presidente de la asociación Pro-Vida
y, por aquello de no
defraudar, no tuvo más remedio que mantener el tipo y posponer su
decisión postrera.
Pasado
un tiempo considerable y cesado en el cargo, retomó sus negros
pensamientos y dio el paso tanto tiempo esperado. A 4 minutos de
ejecutar su acción le llegaron noticias de que le había tocado la
lotería, en una cantidad que hacía posible cumplir todos los sueños
propios y muchos ajenos. De nuevo, por razones obvias, pospuso el
suicidio.
Transcurrido
un tiempo más que considerable, ya nonagenario, la cabeza de
Tristán Risueño del Todo volvió a llenarse de negras predicciones
y peores decisiones. En el modo y manera que había decidido
abandonar este mundo cuando aún era un cincuentón, retomó la vieja
determinación. Y justo 3 minutos antes de ejecutarla le llegó la
noticia de que había sido nombrado el hombre
más anciano de la localidad,
nombramiento este que por consideración y respeto, frustró otra vez
más su deseo de abandonar este mundo.
De
este modo y por educación, aguantó otra temporada. No mucho, por
cierto, porque con el tiempo se sintió olvidado por sus paisanos y
fue fácil dar el paso definitivo. Cuando el ya centenario Tristán
Risueño del Todo tenía el momento y escenario dispuestos, en la
soledad del salón de su casa, y con todos los medios y remedios para
abandonar este mundo cruel, justamente 2 minutos antes del momento
crucial... se le pareció una señora encapuchada, envuelta en una
sábana blanca y con un guadaña al hombro que le miró a los ojos
con determinación y le invitó a seguirla.
Tristán
Risueño del Todo, el hombre que tanto tiempo había deseado la
muerte, el que deseaba morir desde hacía media vida, por puro
instinto y convicción, hizo una simple demanda.
-Espere
120 segundos, por favor.
Al
poco se desplomó la casa con él en su interior.
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