3 ago 2013

Doña Mercedes confiesa

Voy para 93 años y vivo con la bruja de mi hija. He dicho bien, ¡bruja! Me cuida como si fuera la gallina de los huevos de oro, pero no por piedad, sino por codicia. Y todo porque el médico ese de la cabeza, esto cómo se llama, ¡ah sí!, el nurólogo, en una visita de 20 minutos, me diagnostificó (lo leo de una botica para no equivocarme) demencia senil leve.
A mi hija le fastidió el diagnóstico, lo sé, porque no ponía terminal en ningún sitio. Pero no, estoy muy bien de salud gracias a dios y sólo me tiembla la memoria y me falla el pulso... Para que no me vaya a peor me han puesto, ¡a mi edad!, a hacer dibujos con un lápiz como un parvulito. ¡Hala, venga unir puntos, seguir números y hacer redondeles en un papel...! Y aquí es donde se ve lo bruja y satanasa que es mi hija. Ahora me cuida para que no me muera nunca, porque hago unos dibujos con mi mano temblante que valen muchos cuartos. El otro día oí por teléfono que por los bailarines de tango que dibujé pagaron una fortuna. ¡Bruja!
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