Menudo jolgorio se
montó en el monte Parnaso cuando Hamlet, mirando fijamente a la cara de
Narciso, lanzó la mencionada pregunta.
A
Bécquer, Góngora, Garcilaso y a otros muchos se les abrillantaron
los ojos y pronto pusieron en marcha sus gargantas de forma alborotada. Los hizo callar SanchoPanza con recia
voz. Y dejó atónitos a los presentes con el diálogo que mantuvo
con el autor de la cuestión.
-Eso
es cierto -le replicó el Príncipe de Dinamarca-. Ofelia era “un
florero quebradizo: plantaron una encina en vez de plantar una
violeta, y se quebró”.
-También
decía mi señor -insistía el escudero- que el amor “cuando
toma entera posesión de una alma, lo primero que hace es quitarle el
temor y la vergüenza".
-Mi
amada -Hamlet era todo confidencias- poseía ”un
corazón de cristal que en vez de someterlo a la dulce temperatura
del amor, lo sometieron a la presión de las pasiones, y estalló”.
-Es
que ya lo dijo el caballero andante al que serví -se explicaba
Sancho-. Que "el
amor antojadizo no busca cualidades, sino hermosuras”.
-¡Ay!
-exclamaba el príncipe-. No era el caso de mi amada, porque“
el
primer amor, el amor único, es la forma primera de la felicidad,
quizá la única“.
-Lo
decía mi señor -apostilló el escudero-. “El
amor nunca hizo ningún cobarde”.
Suspiró profundamente el príncipe de Dinamarca y todos los presentes callaron, sorprendidos de ver a SanchoPanza tan cuerdo.
Suspiró profundamente el príncipe de Dinamarca y todos los presentes callaron, sorprendidos de ver a SanchoPanza tan cuerdo.
Y sentados a la sombra del árbol donde reposaban las musas, Shakespeare
y Cervantes aplaudieron con entusiasmo, bueno, éste último con
alguna dificultad.
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