24 jun 2013

Fracción resto

Sabido es que los muertos de distintas religiones, siempre que hayan sido de recto proceder y probada bondad, son llevados al paraíso donde recuperan la corporeidad y gozan de la visión de dios. Resucitan. Pues sí, parece que hay un departamento en el reino de los cielos encargado de esta misión. Reciben a los finados que ingresan y los colocan en una cinta transportadora que, después de pasar por un escáner dotado de severos filtros histórico-biológicos, los acaba vomitando en el mismo cielo, convertidos en un pimpollo florido de buen ver, con todas sus sentidos prestos a gozar eternamente de toda la bendita fauna celestial. 

Pero esta cinta transportadora topa con un desvío que pasa bajo un rótulo que reza fracción resto, donde van todos los que han practicado el canibalismo y, para más escarnio, sus víctimas. La explicación es obvia: ¿Cómo hacer retornar a un individuo una sección de un cuerpo que ha formado parte de dos personas diferentes? Ante tal dilema, el mecanismo ese de la reencarnación se detiene y se les concentra a los afectados en un galpón celestial a la espera de una solución. Porque, claro, por el cielo mismo no puede vagar nadie amputado, ¿no? Ni siamés sobrevenido, digo yo.
_____ o _____

No hay comentarios:

Publicar un comentario