6 jun 2013

Devoción

Juan Nepomuceno presumía ante sus compadres de que las tripas propias eran más puntuales que las campanas de la torre de la iglesia de la misión, pues antes de que éstas repicaran implacables en las horas indicadas para la oración, Juan Nepomuceno ya sentía inquietas sus entrañas anunciando con precisión las horas marcadas para el desayuno, el almuerzo y la cena, sus tres comidas diarias en la hacienda.

Las monjitas, sin embargo, estaban orgullosas del indiecito Juan Nepomuceno, porque era muy piadoso, ya que siempre se persignaba exactamente tres veces al día justo antes de que sonaran las campanas.
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