3 jun 2013

Cabeza fría


El verdugo cumplía su labor en el cadalso con parsimonia, presta el hacha, limpio el apoyo en el que el reo debía colocar la cabeza y despejado el escenario para facilitar la visión a la plebe.
El reo sostenía la mirada a cuantos le escrutaban. Era ajusticiado por insolencia al rey.
En pleno rito el verdugo alzó disimuladamente el verduguillo y dejó ver su cara:
-¿Me conoces, Crespillo? Soy Juanillo, el de la Inés, la del molino.
-¡Ah, la ramera Inés! –contestó con calculado desdén.
El hijo de la molinera frunció el ceño, ocultó su rostro bajo la capucha y resopló harto de ira.
El reo sonrió con suficiencia. Acababa de negociar un corte limpio y eficaz.
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