Y
ocurrió lo previsible, que acabé recibiendo un empujón. El
jovencito ni se molestó en disculparse, pero algo intuyó, porque
volvió su rostro hacia mí.
-Que
a ver si mirás -le repliqué yo.
-Mira
tú -me contestó crecido.
-Yo
ya he mirado -le argumenté.
-¡Anda
ya, nnnnnn! -me replicó despectivo alzando la mano a modo de
despedida.
En
aquel momento deseé que se me apareciera el implacable justiciero en
forma de Terminator, Bruce Lee o del mismísimo Torrente. Incluso
deseé que al girar la cabeza se chocara contra una señal de
tráfico...
Sin
embargo, nada de eso ocurrió. Aquel día Juan Badaya durmió con una
pizca de ofuscación y con la satisfacción de haber descubierto una
historia.
_____ o _____
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