En
el último plenilunio del año en marcha, la asamblea de animales del
bosque e insectos asociados se reunió bajo un viejo roble de amplio
ramaje y paciencia inmensa a deliberar sobre el rumbo que debía
tomar la sociedad de seres irracionales de la floresta en sus
reivindicaciones ante el mundo de los humanos. Sabido es que los
irracionales no tienen ley
de dios
y que hacen de la depredación, la rapiña y el saqueo vegetal su
modus
operandi et vivendi,
pero una pizca de orgullo y de dignidad sí que les queda. Así que
se citaron para deliberar el uso que hacen los humanos de sus
imágenes respectivas.
Estaban
realmente molestos por la extensión de tópicos y prejuicios
diversos que se gastaban sin derechos de imagen, máxime cuando los
humanos no dejaban de ser unos monos orgullosos que se acicalaban como
pavos reales y cobraban por ello...
-¿Qué
pintamos las culebras en sus farmacias? -protestó un ofidio.
-¿Y
qué tengo que ver yo con la filosofía? -se quejaba un búho.
-Peor
estoy yo que simbolizo a un partido político -denunció la
gaviota.
-¿Y
yo qué tengo que ver con eso del espíritu santo? -preguntó una
paloma.
-Lo
mismo que yo con la maldad y el engaño -denunció un zorro.
-Mirad,
yo dicen que traigo niños a este mundo en un hatillo, ¡serán
tontos! -se carcajeó la cigüeña.
-Yo
tengo el sambenito de que estoy trabajando siempre –se reía la
abeja-. ¡Hasta en invierno!
-¡Ejem!,
-protestó la cigarra- como si yo fuera una vaga redomada…
-¿Perezosa
yo? –se preguntaba la tortuga.
-¡Hombre!,
yo sí soy leal, pero si me dan de comer… -se disculpaba el perro.
-Y
¿qué es eso de decir que tienes cabeza de chorlito” -se quejaba
el aludido con cara de pájaro cuerdo.
-
¡Miauuuu! –maullaba el gato que no estaba por la labor de presumir
de nada…
Así
durante un buen rato fueron hablando otros animales como la ardilla,
el lirón, el águila, la hiena, el topo, el elefante…
Pero
finalmente una voz se impuso sobre aquel guirigay.
-Soy
la puñetera sanguijuela y a mí no me dan honor alguno. No os
quejéis tanto. ¿Me podéis proponer para algo?
Habló
el toro con voz potente y pidió que describiera su personalidad y
modo de vida...
-Vivo
escondida, acechando a mis presas, me coloco sobre ellas sin molestar
y luego les chupo la sangre y exprimo hasta quedar satisfecha, sin
llegar jamás a matarlas-. Y concluyó- Así un día y otro.
El
buey, que hasta entonces no había hecho más que rumiar, alzó la
cabeza, humedeció los labios con su áspera lengua y sentenció.
-Puedes
ser la imagen de los bancos.
La
asamblea aprobó con aplausos sonoros aquella primera propuesta.
-Yo
soy el buitre leonado y también quiero algún honor -propuso el
susodicho. Así que enumeró sus méritos-. Planeo desde lo alto
observando la vida a ras de tierra y allí donde veo un cadáver me
lanzo en picado y despedazo la carroña con mi pico hasta dejar al
difunto en los puros huesos, limpio e inofensivo para los vivos.
De
nuevo el buey se lamió el hocico y sentenció:
-Tú
podrás ser la imagen del periodismo de tertulias televisivas, de
foros deportivos y realities...
Una
atronadora salva de aplausos dio por buena la asignación.
Alzó
el ala la lechuza y se quejó amargamente de la cantidad de
responsabilidades que le han otorgado los humanos.
-Que
si soy la imagen de
la
energía femenina, la magia, la sabiduría, la fertilidad..., que si
soy talismán de la fortuna y la buena suerte, que veo hasta lo
impenetrable y por eso soy símbolo del saber..., que si Minerva me
adoptó porque ninguna cosa se me puede esconder por encubierta que
parezca, que...
Dada
la dimensión del discurso de la lechuza y viendo que la mayoría de
los animales entornaban los ojos, salvo el topo por razones obvias, el toro interrumpió el parlamento.
-¡Eh!,
colega, no sigas que ya sabemos que los humanos embaucan
con elogios... -le advirtió elevando las cejas para
apostillar la pregunta siguiente-. ¿Tú qué sabes hacer que sea vistoso de
verdad?
-Pocas
cosas que no sea volar silenciosamente y chistar por las noches
-respondió encogiendo las alas.
-Y
¿cómo haces?
-¡Scccchhhhhiiiiiiiiiiiiiiissssssssssssssss!
-Ya
está -exclamó el buey que aquel día estaba inspirado- Puedes
dirigir esta asamblea-. Y continuó entre aplausos-. A partir de
ahora representas la participación, la democracia, el debate... Eres la moderadora.
Y
entre risotadas y aceptación entusiasta del público, se pasó
al siguiente tema, que no era otro que la vieja reivindicación de la
gaviota, harta de dar la cara y el pico por un partido político…
El
toro de nuevo le interpeló por sus cualidades más vistosas.
-Vuelo
con elegancia, surco los mares y parece que gobierno el mundo desde
las alturas, pero también me busco la vida en tierra visitando
vertederos, carroñeando, acosando a moribundos y desahuciados, vamos, que aprocecho las oportunidades en mi beneficio...
-Quédate
donde estás, colega- le cortó el buey aburrido-. Que a ti te han
elegido a conciencia.
Aplaudieron
todos los animales, aves e insectos presentes, menos los que eran
afines al citado partido (los dedos del interés y el soborno son muy
largos, ya se sabe) que se sintieron muy ofendidos porque no les
dejaron replicar.
La
culpa fue de la lechuza que repetidamente hizo valer su recién estrenada autoridad en
la asamblea. Ya se sabe lo que dijo, ¿no?
-¡Scccchhhhhiiiiiiiiiiiiiiissssssssssssssss!
Y
aquella asamblea se disolvió cuando el elefante, semidormido como de
costumbre, dejó escapar un bostezo de puro aburrimiento y barritó
sonoramente, provocando una desbandada que impidió llegar a la
última votación y cerrar acuerdos. Menos mal que el pájaro
escribano levantó acta de todo.
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