Y
llegado el momento Juan Badaya ascendió a los cielos, donde conoció
la paz y la gloria que tanto tiempo había deseado. En su encuentro
con los dioses intercedió por los mortales pidiendo que pronto
pudieran gozar de su misma condición.
Los dioses fueron tajantes y
hasta ordinarios o vulgares. Afirmaron que quienes están en las alturas sólo
merecen veneración y respeto. Y que a los mortales corresponde únicamente
rendir pleitesía y cuentas en la caja de la Seguridad Social. Palabra de los dioses. Amén.
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