-Pide
un deseo y te lo concederé -propuso el rey de Atenas a su admirado
hijo Teseo.
-Ser uno de los 7 jóvenes y 7 vírgenes que cada año envías como
tributo a Creta al rey Minos.
-Lo derrotaré y acabaré con esta maldición.
-Yo también te pido un deseo para aliviar la incertidumbre de la
espera -propuso el rey-. Sabes que la nave inicia el viaje con velas
negras en señal de duelo. De regreso, si viajas tú en ella, por
favor, que las velas sean blancas.
Teseo
cumplió sobradamente sus expectativas y volvió presto a la ciudad
para dar la buena nueva a sus gentes. La embriaguez del triunfo hizo
que olvidara cambiar la velas del barco y su padre, Egeo, desesperado
por el mensaje enviado desde el horizonte, se arrojó al mar donde
pereció.
Desde
ese día el mar que lo engulló recibe su nombre.
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