7 mar 2013

Efectos colaterales de la guerra de Troya


Una lágrima que recorre el fino rostro de porcelana de Elena no es un lágrima inútil.
Raptada por Paris, antes por Teseo, va camino de Troya, donde será admirada sin medida y deseada con tanto ardor que acabará provocando un asedio a la ciudad, un hecho que trascenderá por los siglos de los siglos.
Es lógico que se le escape una lágrima, fruto del hartazgo de vivir como mercancía codiciada por hombres borrachos de ego, irremediablemente seducidos por su belleza.
Pero también es una lágrima derramada por Esparta y por ella misma. No es una lágrima perdida.
Su llanto no cae en terreno baldío, porque, como años más tarde contará la leyenda, los soldados espartanos que seguían su rastro encontraron en el camino una planta que les daba vigor renovado y coraje para el combate. Una planta, el tomillo (thymus vulgaris), que desde entonces crece allí donde fueron cayendo cada una de las perlas que surcaron el fino rostro de porcelana de Elena.
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