Tanta virtud encerraba algún secreto. Era...
Un hombre fiel. Jamás cambió de bar ni de bebida.
Y leal. Tampoco cambió de marca.
Puntual y honesto. Cumplía el horario de apertura y cierre.
Noble y legal. Siempre pagaba e, incluso, invitaba.
También perseverante y entrañable.
Murió alcoholizado, fundidas sus entrañas.
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