El día que supe que no hay otoño en todas partes
La empresa me mandó al aeropuerto a recibir a un directivo que llegaba de la República Democrática del Congo. Tenía que ser hospitalario y tratarle con mimo, me pidieron. Así lo hice. Llegó con su esposa y un ayudante y los acompañé, lo mejor que pude, al hotel y a cenar a un restaurante donde conversamos a gusto. Les recogí al día siguiente y fuimos a la empresa de microchips en la que soy relaciones públicas. Ellos representaban a un holding minero que comerciaba con tantalio y cobalto. Las negociaciones se alargaron una semana y me tocó relacionarme con ellos intensamente. Al final nos hicimos amigos y me invitaron a su país. Ya veré, les prometí, depende si nos dan buen precio. Se reían. Los últimos días la pareja se movió a su aire y quedé más libre. Y ahí fue donde me hice amigo del ayudante. Era un hombre increíble que se sorprendía por todo lo que veía. Ustedes tienen todo ordenado, hay que cumplir muchas leyes aquí, me decía. Las mujeres son guapas y muy atrevidas, ¡cómo visten! Hay mucha gente rica, todo caro aquí. No sé cómo no les atropellan los coches... Pero lo más sorprendente, fue cuando me preguntó por el incendio reciente. ¿Por qué? Es que los árboles no tienen hojas, están muertos. Uf, le hablé de los árboles caducifolios, del otoño y hasta solté un farol. Aquí los árboles son muy chulos, también se quitan la ropa para que disfrutemos de su tronco y ramas. Me miró sorprendido. ¿Como las mujeres? Confieso que él, que no era tonto, se rio más que yo.NOTA: Cuento breve presentado en el concurso Creatividad Literaria en octubre de 2025. Condiciones y tema: Entre 1000 y 1500 caracteres y "Tiempos de otoño" como tema. Finalista
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