10 nov 2025

Más cosas de Tiresias

Al día siguiente el tío Machuca llegó al paseo con mucho que contar. Esta noche me he leído más cosas de Tiresias, Simón. ¿Hay algo que no sepa? Pues que le amargó la vida al mismo Edipo. Algo sé. Fíjate, cuentan que llegó a Tebas y pronto se hizo famoso porque, para empezar, resolvió el enigma de la esfinge y libró a la ciudad de su amenaza; después, tal como había prometido el regente, un tal Creonte, se casó con Yocasta, la reina viuda de Tebas. Y claro, pronto conoció las penas de su esposa, pues no hacía más que preguntarse quién habría asesinado a su primer esposo, el rey Layo. Y tanto y tanto preguntó que ¿sabes a quién llamaron? A nuestro amigo Tiresias, el adivino de más prestigio de la Grecia antigua. Eso no me lo sé bien, cuenta, pedía el abuelo Simón. Pues de primeras no quiso contestar nada y Creonte y Edipo se mosquearon con él y hasta le acusaron de conspirador. No os va a gustar, saberlo os va a traer desgracias, se defendía. Edipo insistió y al final oyeron lo que tanto pedían. Tú mataste a tu padre. Se quedaron estupefactos, mudos y en shock. Luego llegó la explicación de Tiresias. ¿Recuerdas que en el camino a Tebas tropezaste con un auriga orgulloso que no quería retirar el carruaje para que tú pasaras? Sí, hirió a uno de mis caballos y yo lo maté. También pasé por encima del noble que iba detrás. Pues ése era Layo, afirmó el anciano Tiresias. Murió porque lo aplastaste. Edipo quedó aturdido. Pero Tiresias continuó. Tú creciste en Corinto, ¿verdad? Tus padres eran Pólibo y Peribea, reyes de Corinto. Asintió Edipo. Pues no, no lo eran. En su tiempo Layo y Yocasta tuvieron un hijo y lo abandonaron por puro miedo, pues un oráculo profetizó que un día mataría a su propio padre. Un pastor lo encontró y, vistos sus ropajes, lo llevó al palacio de Corinto. A Edipo se le debió caer el cielo encima. ¡Qué fuerte! Menudo espanto, decía el abuelo Simón. Machuca siguió contando. Pronto la noticia corrió como la pólvora y se enteró Yocasta. ¿Yo casada con mi hijo? ¿Mi hijo el asesino? No lo podía creer y menos soportar. Cuenta Sófocles que se suicidó ahorcándose con un cordón en sus aposentos. Y Edipo, visto todo y con la aguja de un broche, de su primero madre y luego esposa, se sacó los ojos con sus propias manos, abandonó Tebas y vivió perdido por allí y por allá hasta su muerte, eso sí, acompañado de su hija Antígona, hija y nieta de los dos protagonistas. ¡Qué tragedia! Este Sófocles llenaba los anfiteatros con sus tragedias, decía el abuelo Simón. Y el Tiresias las liaba pardas, añadía Machuca. Cumplió con la verdad. Y con la historia, replicaba su amigo. Eran mitos. Bueno, no discutamos.

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