Don Cosme anda enfadado con La Inteligencia Artificial, pues ha tenido varios episodios en los que ha salido frustrado por la incompetencia de la IA. Así que cada vez que se aburre le tiende trampas con preguntas capciosas. Que si a ver si un barco puede frenar en seco, que si se puede perder un imperdible, que si díganme qué ropa interior usaba Adán, que... En la primera cuestión la respuesta fue sesuda, que la inercia del barco y la resistencia del agua lo imposibilitan. Pero si está mojado, replicaba el truhán de don Cosme. La IA se hizo la sorda y no entendió la ironía. Con la segunda pregunta no pilló la segunda intención y fue al grano, vamos, que dijo que claro que se puede perder un imperdible, ¡cómo no! Y sobre la ropa interior del paraíso la respuesta fue muy fiel al mito bíblico. Aceptó el relato del Génesis como verídico y afirmó algo imposible, que la ropa interior era de hojas de higuera y que su dios, en su infinita misericordia, les proporcionó luego prendas de piel para que estuvieran más cómodos. En fin, pensaba don Cosme, después de expulsarlos empatizó con ellos. Vaya, vaya, qué proceder. Don Cosme, incrédulo, hizo la última pregunta. ¿Te crees todo eso? La respuesta fue contundente: Como inteligencia artificial, no tengo la capacidad de "creer". Mi función es procesar información basándome en los datos con los que fui entrenada. Y ya sé que hay sesgos, porque los que me alimentan de datos los tienen y yo aprovecho los algoritmos para encontrarte la respuesta. A don Cosme esto le pareció más serio y se entretuvo chateando un rato. Creció su admiración por la IA. Pero también aumentaron sus reticencias.
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