18 abr 2025

Historia de un buscador de oro

Cuando revisó la casa familiar a fondo encontró muchas cosas abandonadas en el desván, y entre todos los cachivaches hallados hubo uno que le tocó en el alma, una batea. Le costó que le explicaran que sí, que en otros tiempos la gente buscaba oro en el río, que se pagaba muy bien y que hoy se había abandonado por su escasa rentabilidad. Además, le contaba un viejo del lugar, te puede detener la policía si te pilla. Uf, aquello le dio una pista, pues indicaba que había furtivos. Le dio muchas vueltas al asunto, estudió videos y se animó. Un día se acercó en coche a un meandro del río y llenó dos grandes cubos de caucho con la arena que estaba más pegada a la roca. Y huyó como un ladrón. Allá en el patio de su casa la fue cerniendo en la batea decenas de veces hasta que se dio por rendido. Encontró piedritas brillantes que al primer martillazo se deshacían como el azúcar. Eran “oro de tontos”, que según supo por un tutorial, eran calcopiritas. No se desanimó y repitió varias veces la operación. En una de estas, por fin, apareció una pepita de un amarillo potente y sin brillo y tuvo una corazonada. Era lo que buscaba. No se esperaba lo que ocurrió a continuación. Llamaron a la puerta de la casa y una voz amenazadora le invitó a abrir. Somos la mafia local, controlamos todo el oro extraído, venimos a pedir cuentas, le dijeron tres matones. Le registraron, le amenazaron y él se limitó a contar la historia de un iluso que tenía más pájaros en la cabeza que oro en mano. Estás advertido, le avisaron, trabajas para nosotros o te largas. Cuando se quedó solo, amedrentado y contento, puso todo su empeño en guardar todos los rastros del oro, devolvió la vieja batea al desván y se concentró en recuperar la pepita que se había tragado. En vez de batea, se dedicó al váter (así admite la RAE para referirse al inodoro), sin tener la certeza aún de que aquello que transitaba por su intestino fuera o no oro. Le está bien merecido vivir lejos del brillo, hala, por aparentar, se consolaba. 
NOTA: Se sabe que, por mucho que hurgó en sus deposiciones, nunca apareció la pepita.
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