Cayó una tremenda nevada y nos quedamos aislados en mitad de la nada en la cabaña del bosque. Colocamos un muñeco de nieve en la puerta para que nos protegiera del lobo y, por lo visto, intimidaba tanto que aquella noche no quiso salir ni la luna. Pero hicimos amigos, porque los tres cerditos, muertos de miedo, vinieron por la parte de atrás y nos pidieron cobijo.
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