17 feb 2025

Crecer sin afecto

Me gusta tu nariz, es muy bonita. ¿La mía? La niña tocó su apéndice nasal y no percibió nada raro, ni diferente ni especialmente atractivo. Bueno, respondió, es la primera vez que elogian algo mío. ¡Uf, tu cara es preciosa, parece de mármol griego, blanca, brillante, tersa... La interpelada no dejó de tocarse la cara durante un rato. Bueno, si tú lo dices, se excusó. Es que eres muy guapa. ¿Verdad? La niña ya no sabía dónde tocarse. Pero no te he dicho o más importante, continuó la voz, ¿Sabes? A juzgar por tus respuestas y actitud eres inteligente y de fácil trato. No me importaría tenerte como amiga. Ya, titubeó la niña, pero tú, ¡quién eres? ¡Ay, si yo te contara! ¿Quieres saberlo? Ya que te veo inteligente y receptiva te lo cuento. Mira, soy un alma errante y voluntaria de Psicólogos en Acción y me dedico a elevar la autoestima del personal. Yo, continuó la voz, fui una niña con déficit de afecto y una inmadura emocional poco dada a querer y dejarme querer. Tú no sabes qué malo es eso. Lo notarás de mayor. Y yo, ahora que he muerto y mi espíritu vaga en el éter del universo, me dedico a fomentar el afecto entre los seres humanos. ¿Tú crees, protestaba la niña, que a mí me vale algo lo que has dicho? No te precipites, aconsejó la voz, nada de lo dicho es mentira. Eres una chica 10. La niña entornó los ojos, alzó los hombros y suspiró. A mí me da todo el mundo consejos, ¡bua!, yo lo que quiero es que me quieran. En eso estamos, gritó una voz que se alejaba.
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