El bueno del alcalde tuvo que leer los nombres de los vecinos fallecidos el día que colapsó la pared del pantano. Fue terrible. Murió más gente que 30 años antes con la “gripe española”. De hecho, en el cementerio aún hoy hay dos lápidas, a cual más larga, con los nombres de todos los muertos. Pero al bueno del alcalde se le quebró la voz al mencionar a su familia, en particular a su madre. El secretario le quitó el papel, le pasó un pañuelo y entre sollozos él acabó con la letanía de nombres.
NOTA: Microrrelato presentado en el concurso "Palabra tras palabra" (500 caracteres). Septiembre 2024. Organiza MUNDO ESCRITURA.
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