El delantero se tiró descaradamente en el área llevándose las manos a la cara en señal de dolor. El árbitro se le acercó con una tarjeta acusándole de simulador, mientras el público bramaba despotricando contra el juez. El tramposo admitió la mentira, pero se lo dejó claro al colegiado. Tienes razón, pero mañana ni la prensa ni los aficionados te perdonarán no haber pitado penalti, no se puede ir contra el “equipo elegido”. Mientras tanto el VAR había entrado en acción y reclamaba la atención del árbitro. Penalti y expulsión, le indicaban. El aludido acudió al monitor, visionó la jugada dos o tres veces y mantuvo la decisión primera. Se percató de que estaba rodeado de enemigos. Acabó el partido como pudo y al día siguiente sacó un billete para Australia. Hoy vive tranquilo cazando conejos.
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