15 may 2024

Pozos de sabiduría por descubrir

La señora Elvira era una viejita corriente que no llamaba mucho la atención. Su vida transcurría entre rutinas y conversaciones llenas de cotidianidad en las que la filosofía o el devenir del mundo estaban presentes a su manera. De la religión hablaba tuteando a todos los santos que viven en el cielo. Pero esta mujer aparentemente anodina llegó un día a despertar el interés de las gentes del lugar. Y todo fue porque llegó una joven periodista de la capital preguntando por sus ascendientes y topó con ella de casualidad. La miró con otros ojos y supo descubrir un pozo de historias y amenidad en aquella cabeza donde los demás veíamos muchas arrugas y no una mente brillante y juiciosa. Todo comenzó cuando en un periódico de la capital se publicó un reportaje que gustó mucho. No es que contara su vida, es que contaba vivencias, anécdotas, dichos y las historias numerosas de gentes corrientes con una amenidad pasmosa. A sus convecinos aquella cara surcada de profundas arrugas empezó a parecernos un río de sabiduría, sentido común y gusto por el vivir en el que nunca habían reparado. Desde entonces dejamos de llamarla Elvira a secas y pasó a ser doña Elvira.

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