27 oct 2023

Carne de cañón

Las tropas iban al frente y los amigos y familiares se acercaron a despedir a los soldados. Aquello era un mar de lágrimas, ya que todos los allegados quedaban sumidos en un mar de incertidumbre y temor. Un niño inquieto, que ya empezaba a intuir la gravedad del caso, se abalanzó sobre su padre para abrazarlo y ocurrió lo inesperado: El sargento de turno, apodado por sus subordinados como Malas Pulgas, mandó formar a la tropa e interrumpió la despedida. Inmediatamente, en perfecta formación militar, hizo subir a todos al barco. Los presentes sintieron un odio repentino contra el sargento y comenzaron a increparle vociferando su apodo al que añadían algún adjetivo no precisamente agradable. No sabían que, por su culpa, aquel día la tropa iba a ser especialmente maltratada por el suboficial. Lo último que vimos los allí presente fue llorar desconsoladamente al niño inquieto que no dejaba de llamar a voces a su padre. También supimos luego que el padre del afligido niño también lloró aquella noche.

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