Una nidada de patos que seguía ciegamente a una madre, pata por supuesto, cruzó atolondradamente una carretera y todos los patitos cayeron por la rejilla de una alcantarilla, desapareciendo de forma incompresible para la madre. La desolada progenitora quedó muy afligida y no dejó de gritar desesperadamente ¡cuá, cuá, cuá! Esto creó alarma entre los paseantes y hubo gente que se movilizó para salvarlos. Tuvieron que llamar al cuerpo de bomberos, a la par que a tres patrullas de policía, para arreglar el asunto y devolver la paz y el concierto a la atribulada y agresiva madre. Todo ello ocurrió ante los ojos de un grupo de refugiados estupefactos que se arremolinaban en las ventanas del Centro de Acogida de Refugiados (CEAR) que estaba al lado y que, no hace falta decirlo, quedaron sin palabras y estupefactos ante semejante escena.
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