Ayer rompí un vaso sin querer. Rápidamente recogí los restos y envueltos en un papel los tiré a la basura. Se acercó mi mujer a investigar el origen del ruido y puso mala cara. Realmente se enfadó y no valieron de nada mis disculpas para que se calmara. Y empezó la discusión sobre mis torpezas imperdonables. Me defendí y acabé enfadándome de verdad cuando oí por enésima vez el argumento que siempre me enciende. Eres como tu padre, me espetó. Que metan a mi familia en el argumentario es algo que no admito. La llamé cretina. Ya llevamos un día sin hablarnos y no sé cuánto durará el enfado. Le he escrito un mensaje en WhatsApp, que no he enviado aún, que dice así: ¡Y todo por un puto vaso!
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