El asesino me dio una puñalada siniestra que me llegó al corazón y, obviamente, me mató. Yo mismo tuve que esforzarme en sobrevivir el tiempo justo para en un último suspiro informar a la policía y denunciar al asesino. Así supe que se haría justicia, si es que hay justicia en alguna muerte, y me dediqué sin más a ser un cadáver. Por cierto, no me gustó el entierro, faltaron algunos amigos y conocidos. De la lápida de mi tumba no cuento nada, porque aún tardarán dos meses en prepararla.
________
No hay comentarios:
Publicar un comentario