21 dic 2022

Guerras inhumanas 

Viajé en tren una noche entera ocupando una litera en un compartimento donde íbamos cuatro personas. La cercanía nos hizo hablar y presentarnos. Ellas eran dos chicas de Erasmus que volvían a la universidad desde Burdeos. Yo me presenté como viajero curioso que deseaba conocer el otro extremo de mi país. El último pasajero parecía reacio a hablar, pero nos dijo que era de Ucrania y que viajaba a casa de un familiar. Algo más conversamos, pero pronto cada cual se tendió en su litera y se entretuvo con su móvil. Al rato todos dormíamos mecidos por suave traqueteo del tren. La noche se nos hizo larga, a la vez que terrible. Y es que el otro hombre sufrió una larga pesadilla que le hizo hablar, llorar, gritar, gemir y temblar, pensamos los demás, con los recuerdos de un pasado reciente que le había resultado al parecer traumático. Por suerte al amanecer se incorporó aparentemente descansado y con buena cara. Fuimos amables con él, aunque las dos chicas intercambiaron conmigo miradas de desconcierto no exentas de empatía. Cuando acudió al baño y nos quedamos solos, me atreví a hablar. Que sepáis que yo soy la primera generación en toda mi familia que ha vivido sin sufrir el espanto de una guerra. Espero que vosotras tengáis la misma suerte. Sonrieron nerviosas.

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