¡Preparen! ¡Apunten! ¡Fuego! Los soldados del pelotón de fusilamiento obedecieron. Antes el capitán avisó a los ejecutores de que uno de los cartuchos era de fogueo y que, por tanto, uno de ellos no iba a ser autor de la muerte del fusilado. Los soldados lo agradecieron, pues aquel cartucho vacío les libraba a todos de sentir remordimientos. El capitán sonreía satisfecho. Le habían enseñado en la academia que a eso se le llamaba difusión de responsabilidad. Funciona, dijo en voz alta. Los soldados levantaron la vista y tomaron aquello como un detalle más de la excentricidad de aquel oficial con gafas de filósofo progre.
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