19 sept 2022

A vueltas con maleducados

En la cafetería donde paro habitualmente apareció una señora acompañada de perro. Le presté atención únicamente por el tono alto de voz. Hablaba con su marido, un hombre discreto y taciturno. Se puso a fumar, a pesar de la prohibición de hacerlo en terrazas. Los clientes optamos por mirar para otro lado, no estábamos para ruidos. Pero de repente surgió la chispa. ¿Puede quitar el perro? No me deja pasar, me voy a caer, protestó la camarera. La dama, por decir algo, contestó ásperamente. Que si el perro molestaba que se lo hubiera dicho al principio, que de saberlo ella no hubiera entrado, que su perro era muy bueno, que... Pero, se defendía la trabajadora, si está en el pasillo y no para de moverse. Pues mire, no vengo más, acabó diciendo muy enfadada la dueña del perro. Y que sepa, aquí intervino mi mujer que hasta entonces se había contenido, que sepa que además está prohibido fumar en la terraza. Pues no me he dado cuenta. O sea, que a usted hay que decirle con antelación todo lo que debe hacer, usted no sabe que el Gobierno hace más de tres meses prohibió fumar en las terrazas. ¡Ah! Ya veo, replicó ufana. Usted es afín al Gobierno y yo no lo soy. Madre mía, pensé, qué cabeza tiene esta mujer. Señora, yo soy afín a los espacios limpios de humo y de simplezas, le repliqué. Que tenga buen día, le dije. Ella se alejó de la cafetería. El perro atado la siguió y el marido a cierta distancia también. Creo que ambos abochornados.

 

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