21 feb 2022

Negacionista.

Estaba harta de todo y practicaba la corriente que en aquel momento más le apetecía, oséase, quitarle importancia y legitimidad a todo lo que no le gustaba o que incluso dictaba y proponía la autoridad. ¿Quién le iba a decir a ella cómo hacer o pensar? Incluso ya ponía en juicio hasta lo que le decía su jefe, Don Genaro, párroco de la iglesia de la Virgen de los Siete Dolores. Como sacristana que era, se veía muy exigida y fuera de lugar, así que lo suyo era una crisis permanente y una continua incomodidad intelectual. En estas elucubraciones existenciales se hallaba, cuando concentró su vista en la veleta de la torre de la iglesia que giraba al buen tuntún, porque el viento ese día andaba caprichoso. La sacristana, llevada de su nuevo talante, lo observó sin inmutarse y alumbró un nuevo capítulo a sus disidencias científicas. El viento no existe, joder.

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