El Tío Machuca le contaba a su amigo que ayer se enteró que había muerto Sebas, un amigo de infancia, dos meses más joven que él. Aseguraba, además, que en aquel instante era capaz de recordar con precisión cientos de andanzas compartidas, los juegos que practicaban, quiénes eran su padre o su madre, sus abuelos, hermanos, sus estudios, sus compañeros de escuela, el pupitre doble que compartían y hasta el penalti que le paró en un recreo... Todo. A partir de los 20 años los recuerdos ya se me hacen borrosos. La verdad es que lo siento por el bueno de Sebas, la vida le dio más penas de las necesarias. El Abuelo Simón, que guardaba silencio ante el pesar de su amigo, no tardó en hablar. ¿Sabes? Eso de la memoria es un síntoma de que llegamos a viejos. Nos acordamos perfectamente de historias muy lejanas en el tiempo y apenas recordamos las inmediatas. Tú y yo hemos empezado ya a morirnos un poco, es una señal. El Tío Machuca se sobresaltó. No me pongas fecha al entierro, por favor. Tranquilo, que a nosotros nos salva la mascarilla, que somos muy cumplidores. Bueno, eso es porque tenemos ganas de vivir. Ambos sonrieron.
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